La tecnología constituye un salto cualitativo y cuantitativo en
el “saber y actuar”, que comenzó el día en que, en una horda de pre–hombres,
alguien levantó una piedra o una rama de árbol del suelo y lo usó para alcanzar
un fruto inaccesible o con el fin de cazar una presa para alimentarse.
En ese momento, y a través de un acto mental, esa rama dejó de ser
solamente eso, para transformarse en instrumento. La diferencia radica en el
significado que nuestro antepasado dio a un elemento que, hasta el momento, era
un objeto natural, pero que a partir de entonces, y por dicho acto mental, dejó
de serlo.
Para ello, aquel lejano antepasado
nuestro debió hacer algo más que levantar la rama y emplearla como garrote:
debió imaginarse lo que iba a ocurrir, debió prever las consecuencias de ese
acto, transformándolo con ello en la primera acción tecnológica.
Epistemología
El concepto “epistemología” viene del griego “episteme”:
conocimiento verdadero guiado por el criterio de la razón, y logos: palabra,
ciencia, tratado.
La posibilidad de plantar una epistemología de la tecnología se
sustenta sobre la prueba empírica que mostraría que la tecnología es un
conocimiento. Si la tecnología es un conocimiento, entonces sus actividades
entran en la epistemología. La prueba la provee Hugo Padilla en su artículo
“Los objetos tecnológicos su base genoseológica”. Allí él sostiene la
existencia de un conocimiento obtenido a raíz de generalizaciones, nacidas, a
su vez, de la resolución práctica de problemas tecnológicos. La tecnología, por
lo tanto, aporta un conocimiento, el cual se configura por generalización. “Es
posible adquirir conocimientos desde una generación de las funciones y creación
de la tecnología”.
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